Innovaciones en el control biológico de plagas en cultivos frutales
La agricultura chilena ha sido históricamente dependiente de insecticidas químicos para el control de plagas, pero en los últimos años se ha incrementado el uso de métodos de control biológico, impulsados por la necesidad de reducir el impacto ambiental y proteger la biodiversidad. El control biológico implica el uso de enemigos naturales de las plagas, como depredadores, parasitoides y patógenos, para mantener a raya las poblaciones de insectos dañinos.
Una de las plagas más importantes que afecta a los frutales en Chile es la polilla de la vid (Lobesia botrana), un insecto que causa graves daños a los cultivos de uvas. Para combatir esta plaga de manera sostenible, se ha implementado con éxito el uso de Trichogramma, un diminuto insecto parasitoide que deposita sus huevos dentro de los huevos de la polilla, impidiendo que eclosionen.
Otra innovación importante en el control biológico en Chile es el uso de hongos entomopatógenos, como Beauveria bassiana y Metarhizium anisopliae, que infectan y matan a las plagas de manera natural. Estos hongos han demostrado ser efectivos contra insectos como la mosca de la fruta y el gusano del maíz, reduciendo la necesidad de insecticidas sintéticos.
En el sector agrícola chileno, el uso del control biológico ha sido impulsado por la Ley de Fomento a la Producción Limpia, que incentiva prácticas sostenibles y ecológicas. Además, las certificaciones internacionales, como GlobalGAP y orgánico, han motivado a los productores a adoptar estas soluciones para cumplir con las exigencias de los mercados internacionales.
Sin embargo, el éxito del control biológico depende en gran medida del monitoreo constante de las poblaciones de plagas y de la aplicación adecuada de estos agentes biológicos. Los agricultores chilenos han aprendido a combinar estas técnicas con prácticas agrícolas tradicionales, como la rotación de cultivos y el uso de coberturas vegetales, para mejorar la efectividad de estos métodos sostenibles.